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WALLPAPERS

Feria Ikas art 2011, Bilbao Exhibition Centre. 

Concurso Artes Plásticas Caja de Extremadura “Obra abierta”.   2011.   Seleccionada. 

Exposición Obra abierta, 2011: Conventual de San Francisco, Plasencia, Mérida, Badajoz, Almendralejo y Villafranca. 

"El vuelo de la libélula", 2011. Museo de Elda, Alicante. 

 

Aunque intenten borrar la huella que dejamos, ésta siempre perdura en los lugares que habitamos y transitamos, en las personas que conocemos, con las que nos cruzamos en nuestra vida. Un intercambio que va conformando nuestra identidad, nuestra historia. Nuestra realidad efímera se diluye en el tiempo, permanecemos en la memoria de los otros, hasta, finalmente, desaparecer. 

Nos fundimos con lo elemental para comenzar un proyecto expansivo de ideas y sentimientos que van conformando la obra. Agua y tierra. Sedimentos. Posos del pasado que se interrelacionan con nuestro presente para generar un futuro. De espectador a actor, de la obra, del espacio, del otro. 

Sentimos a través de la mirada, de lo que oímos, de nuestra piel. Somos el fruto de todos esos sabores que van sedimentando en nuestra mente, construimos nuestros recuerdos en mapas sin fronteras donde todo se mezcla sin pedir permiso. Somos lo que vivimos. 

Volviendo a esa idea de nostalgia, los papeles pintados tienen esa sustancia de misterio, de querer mirar debajo. Entrañan historias de las vidas de otros embebidas durante años.   Líquidas y permeables. Cada papel es una vida. Si las paredes hablasen... Seguramente se convertirían en un lugar, sin tiempo, sin cronología, donde las historias se han ido acumulando según se iban superponiendo los papeles uno encima de otro. El papel se convierte entonces en una metáfora de cómo vamos construyendo nuestra memoria, donde los recuerdos se van solapando, y como al desgarrar el papel, volvemos a ver lo anterior.  

Nuestra personalidad y nuestra vida se acaban formando por las decisiones que tomamos. Vamos tapando unos recuerdos con otros, y solo aquellos que son realmente importantes para nosotros, perduran (sería imposible de otro modo...). En un mundo dominado por la tecnología, se nos olvida muchas veces lo realmente esencial. Se nos venden distintas ideas como si fueran la panacea, verdades absolutas que acaban condicionando nuestra manera de vivir y de sentir. Imágenes que van tapando las anteriores, produciendo un colapso en nuestra percepción de imágenes, amontonadas en nuestra mente sin que nos demos cuenta. Es importante pararnos y reflexionar. No podemos parar la evolución natural que estamos sufriendo, pero si podemos ser conscientes, responsables y tener la capacidad de tomar nuestras propias decisiones que guían nuestra vida. 

El cuerpo opera como un límite. Y el límite tiene una función definitoria que sitúa y a la par protege algo valioso y vulnerable, diferenciado de lo otro, pero vinculado en sí. El límite es una tercera categoría que subvierte el dualismo y que comparte con el afuera y el adentro partículas y potencialidades (ZAFRA 2010: 161) 

En las fotografías, el lugar físico se convierte en el lugar psicológico. Se trata de hacer consciente lo inconsciente. No es casual. La casualidad puede intervenir, pero más tarde. El ambiente donde se desarrolla la historia siempre refleja un pensamiento, una sensación, o un sentimiento. El espectador tiene la elección. Pero ¿y si anulamos el contexto y simplemente neutralizamos el mundo que rodea al personaje? ¿Qué hay debajo de todas esas capas de papel en la pared?                                                              
 

Al final, podría parecer un libro, donde, a medida que pasamos las páginas, se nos va rebelando la historia. Pero ¿y si invertimos el proceso y en lugar de ver a donde vamos probamos a ver de dónde venimos? Pero tal vez lleguemos demasiado atrás, antes incluso de que existiésemos. Tal vez la historia se haya reescrito y vayamos a lugares que no conocíamos. Como decíamos antes, al final, nosotros tenemos la elección. Y, como decía Roald Dahl, “el que no cree en la magia nunca la encontrará”. 

En el video, como acción performativa, vamos rasgando el papel, arrancándolo, como acción de liberación y renovación. Queremos saber que se esconde debajo, pero también liberarnos de aquellas capas que no nos dejan ver con claridad. Desprendernos de lo que nos sobra para quedarnos con lo esencial.  
 

Aparece una escena con ella sentada tomando un té. El papel pintado de fondo. Se va intercalando la imagen general donde ella aparece pensativa, ausente, incluso aburrida, con imágenes en primer plano, como las ondas en el  al tirar un azucarillo, su mirada... De pronto, un pensamiento le saca de su letargo. Se pone de pie y mira la pared. Acaricia con su mano el papel. Encuentra un pequeño desperfecto y empieza rascarlo con la uña. Así comienza a despegar el papel. 

Esto se convierte en un acto compulsivo, casi inconsciente, y empieza a arrancarlo. Lo que va apareciendo es luz, a medida que lo quita. Hace un agujero lo suficientemente grande como para colarse dentro, y sale al otro lado, a un bosque, y vemos cómo se va perdiendo en él. 


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