Mónica Aranegui Contact Bio Works Home

BIO

Mónica Aranegui, (Madrid, 1979)
Doctora en Bellas Artes, UCM.

La carrera de artista es difícil, tiene que existir una verdadera vocación que sustente y esté por encima de las dificultades que puedan surgir. La pasión por lo que se hace es la mayor fuerza que impulsa y ayuda a continuar. El arte aparece como una necesidad vital.

En este apartado voy a analizar de donde viene esa necesidad de contar a través del arte. Porque, antes de nada, es una necesidad, una vía de escape, una manera de liberar, de terapia, incluso,  de canalizar lo que nos gusta y lo que no, la felicidad que queremos compartir o el dolor que queremos eliminar. Porque no concibo una vida sin esta parte de creación que nos hace disfrutar y da sentido a nuestra existencia.

En el apartado Proyectos de esta web podemos ver una selección de fotografías de diversos proyectos: “Psicografías” (2006-08), “El bosque mágico” (2008), “El vuelo de la libélula” (2009-11), “Um doce janeiro” (2012-13), “Viaje al país de los sueños” (2013), “Los nuevos habitantes” (2014) y "Donde habita lo invisible" (2011- ). Y en el de Vídeo y Performance tenemos enlaces a los vídeos.

Antecedentes

Hay varios hechos que me marcan vitalmente y hacen que tome el camino del arte. Una infancia en una casa en medio del campo, sin vecinos; las horas en el jardín; los cuentos inventados por mi madre antes de dormir; los viajes en autocaravana por áfrica y Europa; la música clásica los domingos por la mañana; las tradiciones familiares que llenaban la Navidad de magia e ilusión; las partidas de ajedrez con mi padre; el amor por la lectura; la historia de cómo se conocieron mis abuelos, el amor que había entre ellos, y entre mis padres; hacerme sentir especial. Una educación en la que se fomenta: el conocimiento, siempre se aprende de todo el mundo y no tiene fin, la creatividad, la imaginación, el arte, perseguir los sueños y luchar por lo que queremos, no rendirse, perseverar, intentarlo, la libertad, ser fiel a uno mismo sin importar lo que piense el resto, la responsabilidad, la voluntad y el esfuerzo aplicado a un trabajo duro.

Desde muy pequeña se van sucediendo los viajes con mi familia. Esto es un hecho fundamental en mi vida porque viajar te da amplitud de miras, te enriquece conocer otras culturas y es un aprendizaje continuo. Es una experiencia, podríamos decir, multisensorial. Puede que ahora sea más normal, pero hace treinta años la gente miraba a mis padres con sus cuatro hijas en una autocaravana con una mezcla entre locura y admiración. En los viajes veíamos todos los museos, ruinas, monumentos, etc. Además siempre había que probar la gastronomía local, como otra parte importante de la experiencia, e interactuar con la gente como forma de conocer esa cultura y averiguar lo que no podíamos perdernos de ese país. Mis padres hacían una preparación previa del viaje, compraban mapas, guías, y se documentaban antes de partir. Las vivencias en esos viajes son infinitas, pero no es ahora momento ni lugar para profundizar en ello. Solo haré hincapié en dos enseñanzas fundamentales en las que me insistieron mucho, además de la importancia en sí misma de viajar y conocer otros lugares. Por un lado, fijarse en lo que nos rodea, atesorar en la memoria momentos, sensaciones y emociones, como cuando viendo salir el sol por la cúspide de la pirámide de Keops, mi padre dijo una frase lapidaria que siempre recordaré y aplico en mi vida: “Hija, fíjate bien en esto porque no lo vas a olvidar nunca”. Es cierto, yo tenía siete años y recuerdo el momento, la frase y la imagen de lo que estaba viendo. Es importante ir con una atención plena en lo que nos rodea, es parte del proceso creativo. El otro momento es viendo “La flauta mágica” de Mozart en la Ópera de Viena. La magia que se generaba en ese ambiente, los escenarios de vivos colores, la música, crearon en mí una fascinación absoluta de lo maravilloso que era ver esa historia y la manera de representarla.

Mis padres me habían inculcado que debía hacer una carrera universitaria, porque mis abuelos tenían su carrera y eso era muy importante. Y aunque se daba mucha importancia al arte, el hecho de pintar se veía más como un hobby, aunque casi toda mi familia pinta. Así que empiezo a estudiar psicología, que me interesaba, pero no era algo vocacional. Descubrí que no podía dedicarme a ello por el practicum de la carrera que hice en un colegio de educación especial. Me afectaba todo demasiado, empatizaba y no era capaz de separarlo de mi vida personal. Además, les rebajaba el grado de autismo, por ejemplo. Si uno era autista, yo decía que era solo “un poquito”. Mi proyecto de investigación acabó siendo sobre las emociones, la alegría, la tristeza y el enfado, haciendo unos murales con fotografías de los niños expresando esas emociones. Creo que ya se estaba fraguando lo que vendría después.

El punto de inflexión por el que mi rumbo varía es el dolor insoportable por la muerte de mi padre, de cambiar mi vida en un segundo y tener que adaptarme a una nueva forma de vivir. Las razones por las que uno empieza a crear son infinitas, pero tengo claro que en mi caso estos hechos influyeron directamente, una infancia y educación que promovía la creatividad y la imaginación junto con un acontecimiento traumático que quebrantaba mi vida tal y como la estaba construyendo.

El inicio

Entonces comienzo mi camino en el arte, empiezo con la fotografía. Empiezo a tomar clases en una pequeña escuela y descubro un mundo que me apasiona. Me hace feliz. Entonces quiero seguir aprendiendo y hago un master donde comprendo que la fotografía sirve para contar, no sólo lo que vemos sino lo que sentimos. Agradezco a todos los profesores sus enseñanzas, todos fueron importantes y me ayudaron, pero tuvieron especial influencia ángel Marcos, mostrando el trabajo sobre su infancia, y Ciuco Gutiérrez.

Mi fotografía comienza como una terapia y se va convirtiendo poco a poco en pequeñas historias donde la psicología del personaje y el contexto son importantes. Se convierte en mi manera de vivir, de interpretar el mundo que veo y de soñar con otros posibles, un diario personal de mis vivencias, experiencias, sentimientos y sensaciones. Y al acabar, comienzo el doctorado en 2007, como camino lógico a seguir para investigar y profundizar en el arte y en los procesos creativos, abriendo mi mente a una infinidad de posibilidades. Voy encontrando respuesta a cosas que ya intuía y hacía de manera inconsciente.

Esa investigación comienza con mi propio salto desde la psicología al arte. Pensando que eran disciplinas distintas he tenido que avanzar todo este camino para darme cuenta que coexisten y se enriquecen la una a la otra. Una aporta los contenidos, la otra la forma, la materialización de esos contenidos y mutuamente se influyen y entremezclan en mi obra, definiendo quién soy y qué es lo que hago.

Empezaré por las fotografías de Mónica Aranegui, cuyo carácter onírico se impone desde el primer momento. Onírica es la situación, pero también la luz y la nitidez antinatural de la escena. Siempre se trata de figuras femeninas captadas en situaciones íntimas. Conociendo la formación de su autora como psicóloga resulta tentador ver en estas imágenes alegorías del proceso de formación de la personalidad en sus distintas fases. Pero su belleza y su capacidad de sugerencia las colocan en el mundo del arte antes que en el de la clínica.[...] Las fotografías de Aranegui, que parecen los sueños -o los ensueños- de la autora puestos al alcance de todos. (Parreño, Jose María, del catálogo de la exposición “Música de cámara”, en la Galería Arte Sonado, 2012)


Desde la distancia puedo ver este camino recorrido y entiendo que, en un principio, con la fotografía muestro cómo vivo yo en este mundo, cómo me siento, de alguna manera incomprendida y desubicada, y cómo imagino otro. Esto es algo que siempre he hecho de manera inconsciente, ver lo que hay más lo que me imagino. Hago una fotografía escenificada, construida para contar lo que quiero, meditada y pensada desde la imagen al concepto. Otra parte de la obra fotográfica se refiere a mostrar cómo percibo la realidad, los espacios que mi mente aísla y destaca de lo que veo. No hay construcción, no hay intervención, simplemente observo y me convierto en espectadora.

Después hay otro momento en el que empiezo a investigar otras técnicas, dando un paso hacia el vídeo y la performance, que entiendo como algo visceral, más vital, también como una necesidad de expresar y contar, pero no a través de la cámara, que me sirve de coraza, sino directamente, sin filtros, y que pone en contacto directo con el espectador. Y en ese proceso de investigación y descubrimiento de otras maneras de expresarse y contar necesito saber la experiencia de otros, como una manera de entenderme, de sentirme comprendida y ver si otros han hallado las respuestas a las preguntas que me planteo.



Temas centrales

La mujer y su relación con el entorno, la memoria, la huella, reconocernos en otros, la soledad, la esperanza, el pasado y el futuro, la magia, las emociones, la experiencia, los acontecimientos vitales.

Aranegui se desplaza de los arquetipos universales a los culturales o mejor aún, en torno a los arquetipos de lo cotidiano, en ese contexto cercano que cada uno tenemos en nuestras vidas. La escalera que bajamos y subimos cada día, el árbol que desde la infancia ves a diario y ha crecido junto a ti o a la vez que tú.  El bosque mágico de tu infancia donde te pierdes y donde te encuentras cada día, las míticas diosas son también tu madre, tus amigas, tus hermanas, que a través de la construcción de la imagen genera infinitas posibilidades desde la fotografía. [...] Mónica Aranegui consigue de manera sutil fundir lo cotidiano con lo sobrenatural, lo cercano con lo extraordinario, la realidad con la magia, sin fisuras ni cicatrices digitales, envolviendo la calidad de la imagen fotográfica en una misma atmósfera.
(Benavides, Lidia y de Francisco, Chema, para el catálogo de la exposición “El vuelo de la libélula”, 2011)

De la mariposa, al pájaro y a la libélula, seres alados, símbolos de aire, vuelo, metamorfosis y canto, atracción hacia lo luminoso. Los personajes de sus fotografías viven, mueren y renacen en continua transformación…

Existen otra serie de factores que completan mi cartografía y me ayudan a construir los cimientos en los que se apoya. Mi familia es prácticamente un matriarcado: cuatro hermanas, mis abuelas, mi madre. Sólo conocí a uno de mis abuelos y murió cuando yo era muy pequeña, mi padre murió cuando tenía 20 años. Por lo que la influencia femenina en mi vida es evidente y así queda reflejada en mis fotografías. Sólo aparecen mujeres (salvo algún caso muy específico). Hablo de ellas y las cosas que les pasan, porque esto es un reflejo de lo que yo vivo o quiero contar y es a través de la figura femenina como siento que puedo representarlo mejor.

Mónica Aranegui emplea la fotografía para arrojar una personal y singular luz sobre el genérico universo de lo femenino. Son imágenes muy cromáticas y visualmente atractivas, a las que dota de una elevada temperatura de escenificación y ficción y de un notable grado de narratividad. (Carpio, Paco, catálogo de la exposición Emerge 2011)

En las fotografías aparecen mujeres que conozco, son familia, amigas, y yo misma cuando no tengo a quien fotografiar. Para mí la relación que se establece con una persona cuando la fotografías es muy íntima, esa persona está representando lo que tú sientes, lo que quieres mostrar, para ello es muy importante que haya confianza y complicidad, porque de este modo logras que pueda ponerse en tu lugar, que empatice y así pueda trasmitir lo que planteas. Al ser mujeres que conozco, este proceso se acelera, es más rápido. También la experiencia ayuda y ya no sólo fotografío mujeres de mi entorno, si se da la circunstancia de que coinciden al mismo tiempo y en el mismo lugar la persona y lo que quieres fotografiar, da igual que la conozcas o no, si hay conexión y empatía mutua se produce la sinergia adecuada y todo fluye.

En la exploración del arquetipo femenino, Mónica Aranegui nos muestra una realidad poliédrica, una construcción de imágenes construidas minuciosamente para la elaboración de una imagen. Imágenes creadas a partir de una idea que se construye delante de la cámara, con detalle, y se reelabora después con exigencia y perfeccionismo. Obras que nos muestran múltiples potencialidades del universo de la mujer que se sostienen sobre un eje central. La mujer poderosa ante el siglo XXI, y al mismo tiempo la mujer melancólica y desesperanzada del mito de Ofelia. Pero una mujer que sigue adelante, que busca con profundidad su propio camino, que resiste con perseverancia e inteligencia. Así surge una colección de fotografías que nos llevan de la mitocrítica al mitoanálisis. Ofelias reinterpretadas en lo contemporáneo, Deméter en proceso de gestación,  Artemisa lunar y aérea, Afrodita alternativa con su colección de “ceñidores mágicos”, el “huevo de eros” y su nacimiento en versión femenina. (Benavides, Lidia y de Francisco, Chema, para el catálogo de la exposición “El vuelo de la libélula”, 2011)


La creatividad

Comparo el estado de creación como un estado de meditación en el que eres una especie de canal. En un estado de meditación eliminas las influencias del exterior para centrarte en ti mismo, escucharte, calmar la mente y dejar que las ideas surjan, libres. Desde ese punto es más fácil crear, porque nos liberamos de aquello que es superfluo. El proceso creativo podría asemejarse a ese estado porque cuando estás inmerso en la creación el resto del mundo deja de existir, pierdes la noción del tiempo, no te das cuenta de si has comido o no, tampoco estás cansado. La pasión de la que hablábamos antes te mantiene en ese estado del que cuesta salir. Practico la meditación a diario, comprobando los múltiples beneficios que provoca el escucharse a uno mismo, el parar y dedicarte un tiempo, aunque sean solo unos minutos. También de ese modo, al estar más conectado contigo mismo, es más fácil seguir tu intuición, que te va confirmando como estás yendo por el camino adecuado. Es curioso como cuando no ocurre, y estás haciendo algo que va en contra de lo que sientes o de lo que tienes que hacer, el cuerpo se rebela, notas que hay algo que no va bien y que debes cambiar algo de lo que estás haciendo. Para mí es fundamental sentirse bien con uno mismo para poder crear, por lo que hay que hacer todo lo posible para fomentar las emociones positivas que te permitan estar en un estado de felicidad. De ese modo cogemos fuerzas para enfrentarnos a todo lo que nos viene, que no siempre es fácil.

De dónde vienen las ideas

La idea inicial puede llegar de varias maneras. Para empezar, siempre voy observando de manera activa todo lo que sucede a mi alrededor, y es así como, en algunas ocasiones, de pronto hay algo que activa el proceso creativo. Otras veces quiero hablar sobre un tema e investigo sobre ello. Y es así como van apareciendo las imágenes en mi cabeza, hago un boceto, y después busco el escenario, la persona, todo lo que mas se adecua a lo que imaginé. También hay veces que simplemente una imagen aparece irrumpiendo en mis pensamientos y tengo la necesidad de convertirla en fotografía. En otras ocasiones, conozco a alguien y me apetece hacerle una foto, así que comienzo a inventar una historia para ella. Y en otras, encuentro algún objeto que me inspira para contar una historia. En mis fotografías, no todo queda dicho. Lo que me gusta es proponer al espectador un juego en el que debe ser él quien decida que es lo que ha pasado o que es lo que va a pasar. Que imagine y genere sus propias historias, sin mis condicionamientos como iniciadora del juego.

En el caso de la performance las razones son mas viscerales, se trata de ponerme a prueba, mi resistencia psicológica y física, desarrollar una especie de acto de psicomagia donde provoco sensaciones y situaciones por las que necesito pasar. Este es, por ejemplo, el caso de “Latido” (2011), donde me entierro para que luego me desentierren. Necesitaba sentir la tierra en contacto con mi piel, me planteaba la huella que dejamos y pensaba que estando en contacto directo con la tierra podía sentir mejor a los que habían habitado esos lugares antes que yo. También pensaba que de este modo podía hacer un acto de enraizarme, de sentir más cerca también a mis antepasados, como si el hecho de introducirme en la tierra fuera como un viaje al pasado, profundizar en las capas de memoria que simbolizaban esas capas de tierra que cubrían mi cuerpo.

Algo que siempre me ocurre es que me obsesiono con una idea, con una imagen, que me atrapa y no me libera hasta que la hago. Es como si necesitara ir cumpliendo una serie de pasos y cada proyecto es un paso más, que al llevarlo a cabo me libera y me permite pasar al siguiente. No puedo pensar en lo que haré después, sólo sabré el siguiente paso cuando termine lo que estoy haciendo.

Todos practicaban la figuración. Figuración no necesariamente realista pero antagónica de la abstracción. Y figuración que además concede el protagonismo a la figura humana. Que sea este un rasgo general me parece significativo. Por un lado, revela una necesidad de entender y de hacerse entender, de utilizar el arte para interrogar la realidad que nos rodea. Por otro lado, creo que manifiesta la necesidad de colocar al ser humano en el centro de este cuestionamiento, una necesidad de rehumanizar el arte. (Parreño, Jose María, del catálogo de la exposición “Música de cámara”, 2012, en la Galería Arte Sonado)


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