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EL VUELO DE LA LIBÉLULA

España, 2009-11

Exposiciones: Museo del Calzado de Elda, 2011

Museo de Arte Santa Fe de Antioquia, Colombia, 2013.

 

Se trata de un proyecto en el que hago una búsqueda de mi propia identidad, analizando la percepción que tenemos de la realidad, sobre volando los micromundos que generamos, escondidos, transformándonos en pequeños seres que descubren un nuevo mundo dentro del nuestro, como si del vuelo de una libélula se tratara. La perspectiva habitual se quiebra, ya nada es lo que parece. El hiperrealismo de la imagen queda relegado a las sensaciones de lo que nos rodea. Según J. Berger “El verdadero contenido de una fotografía es invisible, porque no se deriva de una relación con la forma, sino con el tiempo; (...) una foto, por su propia naturaleza refiere siempre a lo que no se ve”.

 

No se trata de mostrar los espacios a partir de la visión del que la transita o la habita, si no como parte de ellos, desde dentro: aquí es la naturaleza la que nos mira. Una visión de la naturaleza desde su propia idiosincrasia. Se convierte en algo membranoso y permeable. Nos cuenta otras historias. El mundo nos lo enseña ahora una libélula. Imágenes que corresponden a nuestra memoria más antigua, una realidad fragmentada, líquida, donde todo puede ser o parecer lo que no es. Porque, como decía Thoureau, “necesitamos conocer y comprenderlo todo, pero, a la vez y al mismo tiempo, que todo permanezca misterioso e insondable”.

 

En la sociedad en que vivimos, donde la aparición de internet y las redes sociales ha hecho que perdamos la percepción espacio-temporal, haciendo que también nos enfrentemos a otra manera de concebir la realidad como la conocíamos,  un cambio que sucede tan deprisa que ni si quiera nos da tiempo a reflexionar sobre ello y a asimilarlo. Pero se ha convertido en nuestro día día, y esto, unido al bombardeo masivo de imágenes, hace que busquemos otros lugares donde refugiarnos, donde esa hiperrealidad no nos encuentre y podamos construir nuestra propia historia sin condicionantes externos.

 

Somos esclavos de nuestro pasado y recuerdos si los verbalizamos y compartimos con los otros. Entonces reviven, no mueren, salen de ese rincón olvidado donde los abandonamos. Todo va bien si no comienzan a volverse contra nosotros. La huella. Necesidad de perdurar, pero ¿a qué precio?

Desde el inicio de nuestra civilización se ha convertido en una necesidad inherente al ser humano, y así comienza el arte.

Aunque intenten borrar la huella que dejamos, esta siempre perdura en los lugares que habitamos y transitamos, en las personas que conocemos, con las que nos cruzamos en nuestra vida. Un intercambio que va conformando nuestra identidad, nuestra historia. Nuestra realidad efímera se diluye en el tiempo, permanecemos en la memoria de los otros, hasta, finalmente, desaparecer.

Nos fundimos con lo elemental para comenzar un proyecto expansivo de ideas y sentimientos que van conformando la obra. Agua y tierra. Sedimentos. Posos del pasado que se interelacionan con nuestro presente para generar un futuro. De espectador a actor, de la obra, del espacio, del otro.

Sentimos a través de la mirada, de lo que oímos, de nuestra piel. Somos el fruto de todos esos sabores que van sedimentando en nuestra mente, construimos nuestros recuerdos en mapas sin fronteras donde todo se mezcla sin pedir permiso. Somos lo que vivimos.

 

Catálogo: https://issuu.com/monicaaranegui/docs/el_vuelo_de_la_libelula._monica_aranegui

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